Los sismólogos han diseñado dos escalas de
medida para poder describir de forma cuantitativa los
terremotos. Una es la escala de Richter —nombre del
sismólogo estadounidense Charles Francis Richter— que mide la energía liberada
en el foco de un sismo. Es una escala logarítmica con valores
entre 1 y 9; un temblor de magnitud 7 es diez veces más fuerte que uno de
magnitud 6, cien veces más que otro de magnitud 5, mil veces más que uno de
magnitud 4 y de este modo en casos análogos. Se estima que al año se producen
en el mundo unos 800 terremotos con magnitudes entre 5 y 6, unos 50.000 con
magnitudes entre 3 y 4, y sólo 1 con magnitud entre 8 y 9. En teoría, la escala
de Richter no tiene cota máxima, pero hasta 1979 se creía que el sismo más
poderoso posible tendría magnitud 8,5. Sin embargo, desde entonces, los
progresos en las técnicas de medidas sísmicas han permitido a los sismólogos
redefinir la escala; hoy se considera 9,5 el límite práctico.
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