Las ondas sísmicas longitudinales,
transversales y superficiales provocan vibraciones allí donde alcanzan la
superficie terrestre. Los instrumentos sísmicos están diseñados para detectar
estos movimientos con métodos electromagnéticos u
ópticos. Los instrumentos principales, llamados sismógrafos,
se han perfeccionado tras el desarrollo por el alemán
Emil Wiechert de un sismógrafo horizontal, a finales del siglo XIX.
Algunos instrumentos, como el sismómetro
electromagnético de péndulo, emplean registros
electromagnéticos, esto es, la tensión inducida pasa por un amplificador
eléctrico a un galvanómetro. Los registradores fotográficos barren a gran
velocidad una película dejando marcas del movimiento en función del tiempo. Las ondas de refracción y de reflexión suelen
grabarse en cintas magnéticas que permiten su uso en los análisis
por ordenador.
Los sismógrafos de tensión emplean medidas
electrónicas del cambio de la distancia entre dos
columnas de hormigón separadas por unos 30 m. Pueden detectar respuestas de
compresión y extensión en el suelo durante las vibraciones sísmicas. El
sismógrafo lineal de tensión de Benioff detecta tensiones relacionadas con los procesos tectónicos asociados a la propagación de las ondas
sísmicas y a los movimientos periódicos, o de marea, de la Tierra sólida.
Invenciones aún más recientes incluyen los sismógrafos de rotación, los
inclinómetros, los sismógrafos de banda ancha y periodo
largo y los sismógrafos del fondo oceánico.
Hay sismógrafos de características similares desplegados
en estaciones de todo el mundo para registrar señales de terremotos y de
explosiones nucleares subterráneas. La Red Sismográfica
Estándar Mundial engloba unas 125 estaciones.
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